El archipiélago cubano, pleno de atractivos naturales únicos para el ocio, complementa las opciones turísticas con una amplia gama de valores patrimoniales heredados de la época de la colonia.
La capital cubana, otrora villa de San Cristóbal de La Habana, es uno de los más fieles exponentes de la arquitectura de esa época en la isla, marcada por una notoriedad que comenzó desde fines del siglo XVI, con características propias aunque con una fuerte influencia ibérica.
Su sistema de fortalezas, con el emblemático Castillo de Los Tres Reyes del Morro, abarcó nueve grandes construcciones para constituir -a decir de los expertos- el conjunto más notable de su tipo en la América hispana.
Asimismo, cerca de 140 de las edificaciones localizadas en el centro histórico de la capital cuentan con un origen que se remonta a los siglos XVI y XVII, otras 200 al XVIII y más de 460 al XIX, conformando así una mezcla plena de atractivos para los gustos más exigentes.
La ciudad conserva también rasgos distintivos como el famoso Paseo del Prado y la conocida Alameda de Paula, esta última construida en la segunda mitad del siglo XVIII, ambos sitios de obligado tránsito para los pobladores capitalinos de aquellos tiempos. Hacia el oriente destaca Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, fundada entre 1511 y 1512 por el Adelantado Diego Velázquez, y que llegó a ser además la primera capital y primer obispado de la ínsula.
Los visitantes se ven envueltos en un ambiente cargado de recuerdos de la época colonial, que incluyen la famosa Cruz de La Parra, fabricada por los españoles durante el primer viaje a América con maderas preciosas del lugar y que fuera utilizada para oficiar por Fray Bartolomé de Las Casas.
El conjunto de localidades incluye a la villa de la Santísima Trinidad, entre los primeros asentamientos establecidos por los españoles en el archipiélago cubano
Fundada hacia el 1514 por Velázquez, encierra en su perímetro uno de los conjuntos arquitectónicos coloniales en mejor estado de conservación en todo el continente americano, válido para otorgarle la condición de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
En el centro histórico de Trinidad se aprecia una verdadera mezcla de estilos constructivos de los siglos XVIII, XIX e inicios del XX, con calles empedradas y estrechas flanqueadas por inmuebles con trabajos de maderas preciosas, complicadas obras en hierro y paredes decoradas.
La relación tiene además a la ciudad de Camagüey, llamada en 1514 Santa María del Puerto del Príncipe, una urbe con templos de una sola torre, fachadas con guardapolvos y pilastras, ventanas con artísticos enrejados, casas de portales interiores y techos de rojas tejas.
Las calles evidencian un comportamiento caprichoso de sus creadores, pues mantienen su trazo recto apenas en tramos cortos, para después tomar las más diversas orientaciones y conformar incluso triángulos o cerrarse en una de las innumerables plazas de la antigua villa.
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