La villa de Baracoa, ciudad primada de Cuba, surge como uno de los sitios de alto valor histórico en la isla por su estrecha vinculación con el desarrollo de la sociedad nacional desde su nacimiento y hasta nuestros días.
La llegada a cinco siglos de actividad avala la importancia de la que se llamó originalmente Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, fundada por el Adelantado Diego Velázquez, y que llegó a ser además la primera capital y primer obispado de la ínsula.
Unido a la fuerte carga de historia que encierra la ciudad, en su carácter de villa primada de la isla, tiene como sello particular el carácter afable de sus pobladores y la belleza de una urbe rodeada de montañas, ríos y abundante vegetación.
El propio nombre de la localidad, Baracoa, tiene su origen en un vocablo aborigen que significa "presencia de mar", en franca alusión de sus pobladores originales a una presencia de ambiente marinero por todos lados, muy contrastante con las montañas y las corrientes fluviales.
El paisaje natural se complementa con una montaña aplanada de 575 metros de altura conocida como el Yunque de Baracoa, por su similitud con esa pieza utilizada por los herreros para su labor.
Asimismo, diversas arterias de agua recorren el territorio, entre ellas el Toa -considerado el río más caudaloso de la isla-, marcado en su paso por numerosas cascadas, la más famosa conocida como El Saltadero con 17 metros de altura.
El propio acceso a la ciudad constituye una aventura al realizarse por una vía muy peculiar que serpentea entre las montañas y responde al nombre de La Farola, con 11 puentes colgantes y el punto más relevante en Altos de Cotilla, a más de 600 metros sobre el nivel del mar.
Los visitantes se ven envueltos en un ambiente cargado de recuerdos de la época colonial, que incluyen la famosa Cruz de La Parra, fabricada por los españoles durante el primer viaje a América con maderas preciosas del lugar y que fuera utilizada para oficiar por Fray Bartolomé de Las Casas.
La época del dominio español dejó sus huellas en las construcciones de la localidad, donde destacan numerosas edificaciones levantadas con piedra de cantería como las fortalezas coloniales de El Castillo y La Punta, y los torreones de Joa y del Cementerio.
Para los vacacionistas la ciudad encierra además una gastronomía muy peculiar a base de plantas, con platos como el Bacán, especie de tamal de plátano verde, el ajiaco o el pescado cocido con leche de coco.
Los amantes del dulce tienen asimismo su lugar con el Cucurucho, envasado de manera cónica en hojas de yagua y que tiene en su composición al coco y la piña, así como el famoso chocolate elaborado con el cacao que se cultiva en el territorio.
Los visitantes tienen a su disposición el Hotel La Rusa, caracterizado por los especialistas como un establecimiento pequeño -de apenas 12 habitaciones-, íntimo y acogedor, situado además a orillas del mar y favorecido con el panorama del inmenso azul de las aguas.
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