El archipiélago cubano, plaza fuerte para el turismo en la región del Caribe, combina las propuestas de sol y playa con la riqueza cultural e histórica que aportan sus tradiciones y la diversidad gastronómica que caracteriza a la isla.
Centenares de kilómetros de excelentes playas, aguas cálidas y arenas finas se aprecian por doquier en la geografía de la mayor de Las Antillas, con una naturaleza plena de atractivos únicos.
El propio desarrollo de más de cinco siglos de la sociedad cubana está reflejado en las innumerables opciones culinarias que representan aquellos elementos incorporados a las tradiciones propias del país.
A los platos característicos de la cocina criolla se añaden variantes llegadas del viejo continente, como son las de la comida española, francesa o italiana.
Asimismo, desde Asia y el Medio Oriente están presentes sugerencias aportadas por la gastronomía china, japonesa, coreana, árabe e hindú, por sólo mencionar algunas de las que pueden encontrarse en restaurantes y cafeterías del país.
La estrategia de expansión del turismo va más allá de la llamada isla grande, al dirigir la mirada hacia los territorios que se integran en la Cayería Norte, con varios kilómetros de excelentes playas y un entorno prácticamente virgen.
Un camino sobre el mar – llamado pedraplén – de 48 kilómetros de extensión sirve de enlace entre la mayor ínsula del archipiélago cubano y los cayos Santa María, Las Brujas, Ensenachos, Cobos, Majá, Fragoso, Francés, Las Picúas y Español de Adentro, entre otros.
Además, está Cayo Largo del Sur, uno de esos peculiares sitios dedicados en exclusiva al ocio, con 24 kilómetros de excelentes playas, blancas y finas arenas, lo cual evita su calentamiento excesivo.
Hacia el centro, las provincias de Cienfuegos, Sancti Spiritus y Villa Clara ofrecen al turismo una fuerte carga de tradiciones e historia, combinada con las facilidades para el turismo náutico.
Mientras, la capital – principal destino turístico del país – se erige en uno de los más fieles exponentes de la arquitectura colonial de la isla, marcada por una notoriedad que comenzó desde fines del siglo XVI, con características propias aunque con una fuerte influencia ibérica.
También llamada en aquella época Ciudad Antemural de las Indias Occidentales y Llave del Nuevo Mundo, representa en la actualidad un singular museo viviente de los más diversos estilos constructivos, reflejo de las etapas de desarrollo por las cuales atravesó la histórica urbe.
Su sistema de fortalezas, con el emblemático Castillo de Los Tres Reyes del Morro, abarcó nueve grandes construcciones para constituir – a decir de los expertos – el conjunto más notable de su tipo en la América hispana.
Entre esas obras, el Castillo de la Real Fuerza (concluido hacia 1577) abrió el camino en el continente al diseño renacentista en las construcciones militares, con un estilo que predominó en España en época de los Reyes Católicos y fue llamado también isabelino.
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