La mayor de Las Antillas, localizada en una estratégica posición en el Caribe, disfruta de envidiables riquezas de sol, playa y naturaleza, acompañadas de tesoros históricos avalados por más de cinco siglos de desarrollo.
La llegada de los españoles en 1492 y la posterior expansión de la esclavitud dejaron por doquier su huella en la isla, con localidades que aún conservan su encanto a pesar de los años.
Precisamente en la oriental provincia cubana de Guantánamo figura uno de esos lugares bajo el nombre original de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, fundada entre 1511 y 1512 por el Adelantado Diego Velázquez, y que llegó a ser además la primera capital y primer obispado de la ínsula.
Unido a la fuerte carga de historia que encierra la ciudad, en su carácter de villa primada de la isla, tiene como sello particular el carácter afable de sus pobladores y la belleza de una urbe rodeada de montañas, ríos y abundante vegetación.
El nombre de la localidad, Baracoa, tiene su origen en un vocablo aborigen que significa "presencia de mar", en franca alusión de sus pobladores originales a una presencia de ambiente marinero por todos lados, muy contrastante con las montañas y las corrientes fluviales.
El paisaje natural se complementa con una montaña aplanada de 575 metros de altura conocida como el Yunque de Baracoa, por su similitud con esa pieza utilizada por los herreros para su labor.
El camino hacia el Yunque está fuera de los límites del Parque Nacional Alejandro de Humboldt, sitio de Patrimonio Mundial de la Naturaleza, donde existen otros senderos, entre ellos el de Bahía de Taco.
Ese accidente marino sirve de abrigo al manatí, único mamífero herbívoro existente en la isla, y a raras colonias de ostiones.
Asimismo, diversas arterias de agua recorren el territorio, entre ellas el Toa – considerado el río más caudaloso de la isla –, marcado en su paso por numerosas cascadas, la más famosa conocida como El Saltadero con 17 metros de altura.
Los visitantes se ven envueltos en un ambiente cargado de recuerdos de la época colonial, que incluyen la famosa Cruz de La Parra, fabricada por los españoles durante el primer viaje a América con maderas preciosas del lugar y que fuera utilizada para oficiar por Fray Bartolomé de las Casas.
La época del dominio español dejó sus huellas en las construcciones de la localidad, donde destacan numerosas edificaciones levantadas con piedra de cantería como las fortalezas coloniales de El Castillo y La Punta, y los torreones de Joa y del Cementerio.
Para los interesados en conocer el lugar está disponible el Hotel La Rusa, caracterizado por los especialistas como un establecimiento pequeño – de apenas 12 habitaciones –, íntimo y acogedor, situado además a orillas del mar y favorecido con el panorama del inmenso azul de las aguas.
El nombre de la instalación procede de su antigua dueña, una rusa radicada definitivamente en la ciudad después de mucho vagar por países y ciudades, y que inspiró además al novelista Alejo Carpentier unos de los personajes de "La Consagración de la Primavera".
Como parte de los programas de descanso, desde el establecimiento se organizan visitas a la finca Duaba, donde la abundancia de árboles frutales y plantas se erige en el escenario perfecto para disfrutar la comida criolla, observar algunas de las tradiciones campesinas y conocer el mágico fruto de cacao.
El propio acceso a la ciudad constituye una aventura al realizarse por una vía muy peculiar que serpentea entre las montañas y responde al nombre de La Farola, con 11 puentes colgantes y el punto más relevante en Altos de Cotilla, a más de 600 metros sobre el nivel del mar.
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