El tabaco cubano, producto elite de la economía en la mayor de Las Antillas, encierra en sus verdes hojas y singular aroma una historia de más de cinco siglos que le aporta además un sello único de distinción.
En la época del descubrimiento, diversas leyendas refieren que el Almirante genovés Cristóbal Colón al tocar tierra cubana en 1492 envió a dos de sus mejores hombres con las cartas de presentación de los reyes católicos para los emperadores chinos, al pensar que precisamente habían arribado a ese país asiático.
Para Rodrigo de Xerez y Luis de Torres, nombres de los emisarios, la realidad se presentó bien distinta al tropezarse con aborígenes que portaban tubos de hojas enrolladas en los labios, los cuales se encendían por un extremo y por el otro se absorbía el humo.
Así, sin proponérselo, Colón puso al descubierto una de las mayores riquezas de Cuba e incluso varios de sus acompañantes, Xerez entre ellos, se aficionaron al consumo de la aromática hoja, con lo cual la palabra tabaco fue incorporada al lenguaje de los pobladores del viejo continente.
Aunque se cultiva en la actualidad en casi todas las provincias del país, las mejores tierras para esa actividad en la isla se localizan en el occidental territorio de Pinar del Río -en especial la zona de Vueltabajo-, considerado la cuna del mejor tabaco del mundo.
Una perfecta combinación de suelos, clima y humedad dan lugar a un producto que es calificado por los entendidos de exclusivo en el orbe por su aroma, color, textura y sabor, todo ello indispensable a la hora de preparar los famosos habanos de la isla que tanta demanda enfrentan entre la clientela más selecta.
La industria del habano en la isla tiene para los gustos más exigentes una amplia gana de cerca de cuatro decenas de marcas y más de 700 vitolas, todas de elevada calidad.
Las finas vegas de la occidental provincia de Pinar del Río aportan casi la totalidad de las capas utilizadas para la envoltura exterior del puro, sometidas al final de un proceso que puede durar más de un año a cerca de 190 operaciones antes de concluir en las manos de un fumador.
La preparación de un habano representa para su creador una verdadera obra de arte, trabajada todo el tiempo a mano, y comienza desde la escogida, donde se seleccionan las hojas por su tamaño y clase y de acuerdo a las características específicas de cada tabaco o vitola.
A decir de especialistas el secreto de un buen tabaco está en una perfecta ligada, donde se combinan en la proporción debida hojas voladas, secas y ligeras.
Su creciente aceptación dio lugar al surgimiento de instalaciones especialmente diseñadas para el disfrute de una excelente vitola y la conservación del producto en condiciones ideales.
En ese último aspecto entra a jugar el arte de ebanistas especializados, encargados de confeccionar con maderas selectas humidores donde los habanos se protegen de los cambios de ambiente y mantienen el aroma y sabor que los eleva a la categoría de tesoros para sus dueños.
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