El polo turístico de la oriental provincia cubana de Holguín, envuelto en una estrategia de franca expansión, reserva a los visitantes el increíble atractivo de Cayo Naranjo y la sorpresa de un acuario en medio del mar.
Situado en la bahía de igual nombre, el centro cuenta con acceso sólo a través de rápidas embarcaciones que trasladan a los visitantes desde la cercana costa, llamados por el deleite de contemplar las más diversas especies marinas e incluso disfrutar un refrescante baño con algunas de ellas.
En efecto, delfines entrenados ofrecen increíbles espectáculos de habilidades y comparten el mar con aquellos vacacionistas que estén dispuestos a la aventura, para brindar una imagen donde los bailes, saltos y rápidos desplazamientos hacen la alegría de grandes y pequeños.
La rada donde se enclava el acuario, otrora considerada excelente refugio de corsarios y piratas, acoge hoy a las embarcaciones turísticas y las protege del viento y las olas del mar, a la espera de los amantes de los paseos acuáticos.
Tres decenas de kilómetros de costas con cinco playas naturales, asentamientos arqueológicos, cuevas y cayos vírgenes se integran una oferta que muestra como complemento una barrera coralina de seis kilómetros de extensión, excelente para la práctica del buceo.
En ese entorno de belleza y naturaleza, el acuario aporta su imagen de peculiaridad y gracia, donde los inquietos delfines se acompañan en esta ocasión de leones marinos, tan atrayentes como los primeros, y que incluso llegan a posar junto a los turistas para ofrecer un cuadro que pocos se resisten a plasmar con la magia de la fotografía.
El panorama costero de Bahía de Naranjo se integra además con numerosas muestras de la riqueza de la flora cubana, con especies autóctonas preservadas celosamente de la mano intrusa del hombre, todo lo cual convierte a esa región en una plaza exclusiva para los amantes de la naturaleza.
El resto del cayo se conecta con un islote a través de un puente, donde espera a los visitantes el Bungalow Birancito, ubicado en una pequeña casa de dos habitaciones y con todo lo necesario para los amantes del mar, las expediciones submarinas y los deportes náuticos en general.
Para completar la oferta, la gastronomía criolla está presente con exquisitos platos donde dominan las especies marinas, en especial los mariscos, listos para ser degustados en un restaurante localizado muy cerca del delfinario.
En una atmósfera donde el olor, sabor y aires recuerdan siempre la cercanía del mar, pescados diversos y moluscos se dan la mano para satisfacer la demanda de los más exigentes, acompañados de esa sonoridad característica que aportan los puertos y la navegación por el mar.
Tras disfrutar hasta la saciedad de la compañía de delfines y lobos marinos, un paseo en barco -en especial velero- por la zona da el toque final a una excursión de maravilla, con el aliciente de un espectáculo que combina la naturaleza con el movimiento de los peces y la fauna de la franja costera, cubierta de vegetación.
Con esa opción, el oriente cubano muestra una vez más que en la mayor de Las Antillas existen ofertas para todos los gustos, a lo cual se suma el carácter amable de los habitantes de la isla.
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