La mayor de Las Antillas, convertida en uno de los destinos turísticos de más dinámico crecimiento en el Caribe, brinda una variada oferta donde se mezclan las opciones de sol y playa con la historia, tradiciones y las actividades náuticas.
En esa dirección, Cuba aporta además los elementos imprescindibles que se requieren con vistas a garantizar una travesía sin peligro para quienes prefieren acceder a los destinos de la isla por vía marítima.
Por tal motivo, en los lugares de mayor riesgo para la navegación se ubican construcciones especializadas, muchas de ellas con una historia centenaria, las cuales actúan en condición de centinelas para guiar con sus destellos de luz a las naves que transitan en las aguas cubanas.
Virtualmente a las puertas de la península de Yucatán, el faro de Roncali -ubicado en el Cabo de San Antonio- marca el punto mas occidental de la isla, en una zona considerada como el último refugio de los aborígenes en la época de la colonización española.
Su exploración arqueológica aporta elementos que permiten comprender con claridad el esfuerzo de los constructores que trabajaron en la realización de la torre, dada la difícil topografía del terreno.
Asimismo, se destaca la función que cumple al orientar las embarcaciones en su tránsito por las peligrosas aguas del extremo más occidental de Cuba.
Miles de buques -del más diverso tamaño- navegan cada año por los mares cercanas a la península, con lo que se pone en evidencia la enorme importancia de esa estructura y el potencial del territorio para las actividades náuticas y el inmersionismo.
Para los expertos, el Faro de Roncali -construido en la segunda mitad del siglo XIX por un capitán del mismo nombre- encierra numerosas virtudes, convertido en una especie de monumento de beneficio universal en el territorio, además de marcar el paso a los viajeros que transitan por la zona.
Obligado punto de referencia, la luz que emite puede ser apreciada a unos 30 kilómetros de distancia, con una frecuencia de dos destellos cada 10 segundos, gracias a una singular torre cónica de albañilería de una altura de 75 pies (22,5 metros).
Desde los farallones próximos al faro Roncali se aprecian paisajes de singular belleza, respaldados por la biodiversidad vegetal única de la Península de Guanacahabibes, declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la UNESCO en 1987.
Asimismo, la presencia de arrecifes coralinos en perfectas condiciones crean el sustento para el desarrollo de programas subacuáticos, respaldados también por la transparencia y temperatura promedio anual de las aguas cubanas.
Los inmersionistas tienen a su disposición tesoros de todo tipo, gracias a la existencia en los arrecifes de una extensa población de coral negro, acompañados de restos de buques de épocas pasadas de piratas y corsarios, convertidos ahora en refugio de especies marinas.
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