La capital de la mayor de Las Antillas, con una historia de casi cinco siglos rica en tradiciones, dispone de ofertas para todos los gustos, las cuales van desde los grandes hoteles operados por cadenas de primera línea hasta los pequeños hoteles ubicados en el centro histórico habanero.
Precisamente esa zona, conocida también como La Habana Vieja y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, encierra buena parte de los museos, iglesias, centros culturales e inmuebles muy vinculados a la época de la colonia, con unas 33 mil edificaciones construidas en su mayoría durante los siglos XVIII y XIX.
Operados por la compañía HABAGUANEX S.A., adscrita a la Oficina del Historiador de la Ciudad, los hostales toman la experiencia de los albergues al estilo español y sirven de complemento perfecto a la industria del ocio en la isla, con un toque de intimidad y sencillez que los coloca rápidamente en la preferencia de los visitantes.
El surgimiento de este tipo de edificación, junto a los gigantes de la hotelería con centenares de habitaciones, apunta al rescate de una tradición de siglos anteriores, cuando eran precisamente los encargados de satisfacer las necesidades de alojamiento de las grandes ciudades.
Para aquellos que se aventuran por la maraña de calles y callejones de la parte vieja habanera, esta presente una red de pequeños inmuebles que cuentan tras una fachada donde parece haberse detenido el tiempo con todas las comodidades que exige el turismo moderno.
El primero de esos hostales fue el Valencia -inaugurado en 1989 con apenas 10 habitaciones-, al cual se le agregó El Comendador (14 habitaciones) para formar un complejo que incluye además los servicios del Bodegón Onda con sus tapas españolas, paellas especiales y emparedados.
Como característica general, los visitantes se sienten atraídos por las numerosas condiciones que facilitan el descanso, apoyadas por la tranquilidad de pequeños y cómodos salones, junto a patios interiores poblados de vegetación y con alguna que otra fuente de agua cristalina.
Junto a los rasgos comunes, cada uno de esos establecimientos encierra sus peculiaridades, dirigidas en especifico a determinados segmentos de vacacionistas.
A manera de ejemplo, tenemos el caso del Tejadillo (32 habitaciones), que reúne tres casonas de los siglos XVIII, XIX y XX y como sello característico dispone de cocina propia en 17 de las habitaciones para aquellos que prefieren prepararse sus propios alimentos.
Los amantes del buen tabaco cubano tienen su sitio de preferencia en el Conde de Villanueva, otrora mansión de ese ilustre noble, mientras El Mesón de la Flota recuerda la posición que tuvo Cuba como llave del Golfo en la época de la colonia, con un ambiente marinero alegórico a esa etapa.
Operan además los hoteles Palacio San Miguel y Los Frailes, este último caracterizado como una abadía del siglo XIII y con el complemento de los trajes del personal en una versión libre de la vestimenta de los franciscanos.
Pero los esfuerzos no se detienen, en los proyectos están varios establecimientos de ese tipo, algunos aun sin nombres y otros que ya responden -por el momento en el papel- a las denominaciones de Palacio del Cueto, Rachel, Marques del Prado y Ameno, todo ello acorde con el creciente interés de los visitantes por la historia de la capital cubana.
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