Alrededor de un centenar de kilómetros de playa de excepcional calidad localizados en el balneario de Santa Lucía y un grupo de cayos adyacentes, constituyen el principal y más conocido atractivo turístico de Camagüey, provincia extendida sobre 15 900 kilómetros cuadrados en la porción centro-oriental del archipiélago cubano y que tradicionalmente ha tenido en la ganadería y la industria azucarera los dos principales sostenes de su desarrollo económico.
Al 2 de febrero de 1514 se remonta el nacimiento en Punta de Guincho, mirando hacia la bahía de Nuevitas, de su ciudad capital, Camagüey, una de las primeras siete villas fundadas por los colonizadores españoles en la Isla y bautizada entonces como Santa María del Puerto del Príncipe.
No fue, sin embargo, hasta el 6 de enero de 1528 cuando se estableció definitiva y paradójicamente en su emplazamiento actual, entre los ríos Tínima y Hatibonico y bien alejado de las costas, en previsión de los frecuentes ataques de piratas y corsarios -según algunos historiadores-, o huyendo de las plagas, la infertilidad de los suelos y la carencia de agua, de acuerdo con el criterio de otros especialistas.
El grueso de los visitantes extranjeros que hoy llegan a este destino turístico utilizando los servicios del aeropuerto internacional Ignacio Agramonte, o por carretera procedentes de otras regiones del país, lo hacen atraídos por los encantos naturales de Santa Lucía, y en particular por sus 20 kilómetros de playas arenosas, de aguas cálidas, transparentes y protegidas por la segunda barrera coralina más extensa del planeta, que se prolonga a lo largo de unos 400 kilómetros en dirección oeste paralela a los cayos Sabinal, Guajaba, Romano y Cruz, hasta llegar a Varadero.
Precisamente frente a Santa Lucía es donde esta barrera coralina se encuentra más próxima a las costas de Cuba: apenas a 200 m. de la orilla es posible ya sumergirse en un mundo fascinante, en el cual habitan 50 especies de corales, 200 especies de esponjas, alrededor de 500 especies de peces tropicales y, por añadidura, se encuentran los restos de al menos 27 barcos hundidos.
La zona de buceo ocupa un sector de cinco kilómetros y está delimitada por el arrecife de Lavanderas, al este, y Playa Bonita (oeste), incluyendo La Boca, un apacible lugar semiaislado, aledaño al canal de acceso a la bahía de Nuevitas y muy próximo a un pintoresco poblado de pescadores.
El fastuoso coral negro, el "cuerno de ciervo", y el "ramillete de novias"; esponjas violetas, naranjas o amarillas; sábalos, róbalos, levisas, mantas y morenas verdes, entre varios centenares de especies, pueblan estos fondos marinos, donde yacen también los restos del galeón Fernando Estela y los barcos Mortera y Nuevo Mortera, los dos únicos construidos para Cuba en los astilleros británicos de Liverpool entre finales del siglo XIX y principios del XX.
El disfrute pleno de las actividades náuticas en Santa Lucía va incluso más allá, hasta el enorme Cayo Sabinal (de 335 km2 de extensión y más de 30 kilómetros de playas vírgenes), al cual puede accederse también desde tierra firme a través de una autovía de poco más de dos km. de extensión construida sobre el mar.
En Cayo Sabinal, sitio ideal para la fotocaza, las excursiones y la náutica recreativa, existen lagunas de agua dulce donde suelen concentrarse diferentes especies de la fauna del lugar, entre las que sobresale una nutrida colonia de flamencos rosados. Además, durante el invierno, constituye un seguro refugio para diversos tipos de patos migratorios.
Las ruinas del fuerte San Hilario; la singular Playa Brava; el faro de Colón, construido en 1894 y devenido excelente mirador; indicios de la presencia de asentamientos aborígenes, y las atractivas elevaciones de la zona oriental, constituyen otros de los motivos para visitar este islote, de cuya pureza y virginidad dan fé el hecho de constituir un sitio de desove natural para cuatro especies de tortugas marinas.
Desde Santa Lucía pueden también visitarse las islas Ballenatos, en el interior de la bahía de Nuevitas, o la Sierra de Cubitas, un macizo montañoso de 260 km. distante a unos 30 km. de la capital provincial, donde se han reportado más de 300 especies vegetales, pueden apreciarse pictografías aborígenes en las cuevas de Los Generales, Las Mercedes, Indio y Pichardo, y existen al menos tres accidentes naturales de mucho interés: la Sima de Rolando, el Hoyo de Bonet y el desfiladero de Los Paredones.
Mas el centro histórico de la ciudad de Camagüey, el segundo más grande del país, va convirtiéndose con toda justeza en uno de los sitios de visita obligada por cuantos escogen a Santa Lucía como destino vacacional. Entre ambos puntos median 110 km. de carretera e infinidad de encantos por descubrir.
Llamada también la ciudad de los tinajones por la proliferación de estos enormes recipientes de barro cocido, Camagüey (nombrada así desde 1903) tiene una trama urbana singular formada por calles estrechas y tortuosas que invariablemente desembocan en plazas y plazuelas, donde aún se conservan edificaciones de sobresalientes valores histórico-culturales y arquitectónicos.
El callejón Funda del Catre, llamado popularmente así porque según los vecinos del lugar no permitía el tránsito de dos caballos juntos; las plazas de San Juan de Dios y del Carmen; el Convento de las Madres Ursulinas; las Cinco esquinas del Angel; el Aguador del ferrocarril; o las iglesias de Nuestra Señora del Carmen, Nuestra Señora de la Merced, la de Santa Ana, la Parroquial Mayor, las Parroquias de Nuestra Señora de la Soledad y de la Caridad, o la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, son puntos del entramado urbano camagüeyano de mucho interés para el visitante.
Como lo son también las casas natales del Mayor General Ignacio Agramonte, héroe de la primera gesta independentista; del Poeta Nacional, Nicolás Guillén; del eminente científico Carlos J. Finlay, y de las poetisas Gertrudis Gómez de Avellaneda y Aurelia Castillo; así como el Teatro Principal, sede del afamado Ballet de Camagüey, fundado en 1967, y de la Orquesta Sinfónica Provincial en 1961; o el Casino Campestre, el mayor de los parques construidos dentro de una ciudad cubana.
Visitar esta urbe representa la posibilidad de disfrutar del San Juan camagüeyano, una fiesta popular surgida entre 1725 y 1728 y que hoy se celebra entre los días 24 y 29 de junio; degustar platos típicos de la cocina local como el ajiaco, el tasajo o la montería; o acercarse al quehacer de una joven generación de talentosos ceramistas para conocer, de primera mano, una ciudad considerada como un importante centro cultural y científico de la nación y donde nació, en el siglo XVI, la primera obra literaria cubana, Espejo de Paciencia, una creación del escribano del cabildo Silvestre de Balboa.
Aunque con un incipiente desarrollo turístico, los Jardines de la Reina, en la costa sur, constituyen otro atractivo para el visitante interesado en el buceo, la pesca al fly, la excitante experiencia de tomar un baño con tiburones, o vivir unos días inolvidables a bordo del hotel flotante Tortuga, de la cadena de marinas Puertosol, anclado en medio del grupo insular más conservado del Caribe.
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