El oriente cubano, región marcada por la historia y la naturaleza, acoge además emblemáticos escenarios vinculados al descubrimiento y colonización de la mayor de Las Antillas.
Unido a las propuestas turísticas de sol y playa, características de un archipiélago ubicado estratégicamente en el Caribe, surgen con fuerza sitios de alto valor histórico.
En la oriental provincia cubana de Guantánamo figura uno de esos lugares bajo el nombre original de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, fundada en 1512 por el Adelantado Diego Velázquez, y que llegó a ser además la primera capital y primer obispado de la ínsula.
El propio nombre de la localidad tiene su origen en un vocablo aborigen que significa "presencia de mar", en franca alusión de sus pobladores originales a una influencia del ambiente marinero.
El paisaje natural se complementa con una montaña aplanada de 575 metros de altura conocida como el Yunque de Baracoa, por su similitud con esa pieza utilizada por los herreros para su labor.
Asimismo, diversas arterias de agua recorren el territorio, entre ellas el Toa -considerado el río más caudaloso de la isla-, marcado en su paso por numerosas cascadas, la más famosa conocida como El Saltadero con 17 metros de altura.
El coco y el cacao son dos de las plantaciones que identifican a Baracoa, donde aún se conserva la Cruz de la Parra plantada allí por el almirante Cristóbal Colón en 1492, de las 29 dejadas en toda la América hispana por el navegante genovés.
El propio acceso a la ciudad constituye una aventura al realizarse por una vía muy peculiar que serpentea entre las montañas y responde al nombre de La Farola, con 11 puentes colgantes y el punto más relevante en Altos de Cotilla, a más de 600 metros sobre el nivel del mar.
La época del dominio español dejó sus huellas en las construcciones de la localidad, donde destacan numerosas edificaciones levantadas con piedra de cantería como las fortalezas coloniales de El Castillo y La Punta, y los torreones de Joa y del Cementerio.
En los habitantes del lugar predominan los rasgos de la población aborigen de la mayor de Las Antillas: nariz afilada, pelo lacio, piel oscura y estatura pequeña, por lo cual se dice que resulta imposible conocer a los antiguos habitantes del archipiélago sin recorrer la primera villa de Cuba.
Para el alojamiento existen espacios como el Hotel La Rusa, caracterizado como un establecimiento pequeño -de apenas 12 habitaciones-, íntimo y acogedor, situado además a orillas del mar.
El nombre de la instalación procede de su antigua dueña, una rusa radicada definitivamente en la ciudad después de mucho vagar por países y ciudades, y que inspiro además al novelista Alejo Carpentier unos de los personajes de "La Consagración de la Primavera".
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