La provincia cubana de Sancti Spiritus, en la parte central de la mayor de Las Antillas, se erige en fiel exponente de una combinación perfecta que involucra los atractivos turísticos con valores patrimoniales únicos.
Conocida en sus inicios Villa del Espíritu Santo tuvo su asentamiento original en las márgenes del río Tuinicú, para trasladarse a orillas del Yayabo hacia 1552.
La urbe califica cuarta entre las siete villas establecidas en la isla por los conquistadores en el siglo XVI, plana valores arquitectónicos, históricos, tradiciones culturales y bellezas naturales, en una combinación atractiva y singular.
Según los especialistas, tres estilos constructivos coinciden en la zona colonial de la ciudad, donde se contabilizan más de mil edificaciones con valor arquitectónico a partir de la mampostería y el adobe tradicional.
En ese sentido, el barroco español está presente en los amplios portales de las mansiones señoriales de antaño, en una estructura donde la amplia plazoleta con la iglesia al centro constituía el diseño clásico de las poblaciones, tendencia que evolucionó hacia un método constructivo adaptado a las condiciones del país.
Mientras, hacia el siglo XVIII irrumpe con fuerza el estilo neoclásico, presente en la ornamentación de puertas y ventanas con preciosas rejas de vistosas filigranas, donde los artesanos buscaron cumplir el doble cometido de proteger y a la vez embellecer.
La provincia cuenta además con la antigua villa de la Trinidad, tercera de su tipo en el país y con el atractivo adicional de ser uno de los sitios mejor conservados del continente en cuanto a arquitectura colonial.
Del esplendor que el auge de la industria azucarera propició a esa localidad en las postrimerías del siglo XVII habla el Valle de San Luis, también llamado de los Ingenios, declarado Patrimonio de la Humanidad y que constituye una importante reserva arqueológica, done llegaron a contabilizarse cerca de cuatro decenas de fabricas del dulce.
La región de terreno arcilloso y fértil está cubierta en un 15 por ciento por uno de los sistemas montañosos más importantes del país, la Sierra del Escambray, a lo cual se añade el aporte de las playas caribeñas bordeando la Península de Ancón.
Su cercanía al macizo del Escambray permite a los visitantes el disfrute de la combinación del mar y las alturas, con opciones para el inmersionismo gracias a sus fondos marinos, de escarpado relieve y notables concentraciones de coral negro.
En la parte central se encuentra el mayor lago artificial del país, la presa Zaza, con una capacidad de embalse superior a los mil millones de metros cúbicos del preciado líquido y que constituye un sitio muy apropiado para la pesca deportiva.
A su vez, al norte, el Parque Nacional Caguanes posee un importante sistema cavernario en el cual abundan los sitios de interés arqueológico y las cuevas inundadas, y constituye el hábitat natural de una variedad de esponja de agua dulce que únicamente puede encontrarse allí.
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