La provincia de Camagüey, la mayor de las entidades de ese tipo en Cuba, encierra en su geografía importantes valores de carácter patrimonial combinados con el atractivo que le aporta el balneario de Santa Lucía.
Más de un centenar de kilómetros de excelentes playas se ofrecen a los visitantes interesados en combinar la historia con el ocio, complementados con las alturas de la Sierra de Cubitas para los amantes del ecoturismo.
En ese entorno se localiza precisamente Santa Lucía, considerado uno de los balnearios más bellos del mundo por sus aguas, además de contar con la segunda barrera coralina en extensión del planeta y numerosas colonias de flamencos rosados.
En una perfecta combinación de paraíso y aventura, una extensa red de cayos -muchos de ellos desiertos y con playas vírgenes- se ofrece como opción recreativa.
Mientras, la capital provincial también llamada Camagüey ostenta con orgullo la satisfacción de incluirse entre las primeras siete villas fundadas por los españoles en la mayor de Las Antillas.
Con una historia de cinco siglos, surgió bajo el nombre de Santa María del Puerto del Príncipe, ubicada inicialmente en la bahía de Nuevitas y trasladada junto a las márgenes del río Caonao, hasta llegar posteriormente a su actual localización.
El nombre actual lo debe al cacique Camagüebax, quien ejercía su mando entre los ríos Tínima y Hatibonico, donde empezaron a construirse las primeras casas.
Conocida también como "la ciudad de los tinajones", ostenta como elemento peculiar a esos enormes recipientes de barro cocido, utilizados siglos atrás para almacenar el agua de lluvia con destino al consumo humano y que ahora adornan jardines y parques.
Camagüey se erige como una urbe con templos de una sola torre, fachadas con guardapolvos y pilastras, ventanas con artísticos enrejados, casas de portales interiores y techos de rojas tejas, todo ello ubicado en un verdadero laberinto de callejones.
En efecto, las calles evidencian un comportamiento caprichoso de sus creadores, pues mantienen su trazo recto apenas en tramos cortos, para después tomar las más diversas orientaciones y conformar incluso triángulos o cerrarse en una de las innumerables plazas de la antigua villa.
Por ello, hay vías de hasta de apenas poco más de un metro de ancho o de unos cuatro de longitud, así como las Cinco Esquinas del Angel, un sitio pintoresco que ilustra el peculiar trazado de la ciudad.
El principal de esos espacios es el ahora llamado Parque Ignacio Agramonte, surgido ya en 1528 como Plaza de Armas y que mantiene su condición de núcleo de la estructura arquitectónica de la urbe a pesar de los cambios provocados por el paso del tiempo.
Más cercanos a nuestros días es el Teatro Principal – edificado en 1850 – abundante en mármol y cristal, en tanto el siglo XVIII nos legó la iglesia de La Merced, donde los visitantes tropiezan con un Santo Sepulcro elaborado en plata, la mayor pieza de ese tipo en el país.
Además, su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Mientras, la exuberancia de la flora cubana tiene su espacio en el Casino Campestre, el parque urbano más grande del interior del país, lugar para la reflexión y el esparcimiento, poblado de estatuas que honran a personalidades de la historia nacional.
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